Me encanta estar en la playa, sólo con ver el mar en la
distancia me relajo, la tensión baja, los ojos y la piel brillan y los pies
respiran.
Cada uno de nosotros tiene una esencia, la mía es la playa,
para otros muchos es la montaña y seguro que alguno tiene la ciudad como sitio
donde conectar con su esencia.
Y seguro que alguna o alguno pensareis, a mi me gusta estar
en la playa y la montaña, ¿Es que no tengo esencia?
Pues claro que tienes, te pueden gustar ambas cosas pero
siempre hay en una que te sientes más feliz, relajado, libre y conectado.
¿Y qué hago en especial en la playa? Correr contra las olas,
todo lo demás puede esperar… el mundo se para y retrocedes hasta el principio
cuando el mar era algo enorme y desconocido.
Es en este momento donde se cumple el Principio de
Conservación de la Energía, la energía no se crea ni se destruye, sólo se
transforma. Y ahí que va mi stress, mi mala leche del trabajo, de los vecinos,
la tensión del viaje, el no llegar a fin de mes… y no tengo que preocuparme porque
es tan grande que las malas vibraciones se diluyen al instante.
Y yo salgo a la superficie renovada, con la suavidad de un
alga, la ligereza de los pececillos que nadan por la orilla, relajada por el
mecer de las olas y salada.
Ahora el mundo tiene otro brillo, quizá por mi manía de
abrir los ojos debajo del agua, pero le da un puntillo interesante.
Después del ritual de bienvenida, solo queda tumbarse,
sentarse, darse cremita, leer un buen libro y dormir….
Un besito de mariposa
Madja
No hay comentarios:
Publicar un comentario